jueves, 27 de junio de 2019

ANDRES CASCIOLI en la mirada de ARIEL TORRES

Fui primogénito de toda primogenitura. Primer hijo, primer nieto, primer sobrino. Se esperaban de mí grandes cosas, y, medio siglo atrás, eso significaba un título en ingeniería, medicina o abogacía. Fin de la discusión.
Para espanto de mis mayores, me inclinaba por la escritura y la pintura -cortesía de antepasados artistas-, y a medida que transcurrían los años del secundario las tensiones familiares acerca de mi futuro aumentaron. Invertía, por lo tanto, muchas horas rumiando la manera de monetizar mis pasiones, para usar el argot actual. Pero no se me ocurría nada.
Un día fui a comprar mi ejemplar de una revista que había aparecido poco antes,Humor Registrado, y cuando le di los billetes al kiosquero tuve una revelación. Si uno pagaba por esa publicación, alguien cobraba por dibujar y escribir.
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Tracé entonces un plan -disparatado, quijotesco-, y un mes después, a la mañana, antes de entrar al colegio, me presenté en la redacción de la revista con once piezas de humor gráfico en una carpeta. Me abrió la puerta la coordinadora y me preguntó qué necesitaba.
-Traigo unos dibujos. Para publicar -farfullé, inquieto y nervioso.
Reveamos la escena. En la puerta había un chico de 17 años vestido con el uniforme del secundario; pantalón de lanilla gris, camisa blanca, corbata y blazer azules. La conclusión era obvia. Me preguntó:
-¿De parte de qué dibujante venís?
¡Pensaba que era un cadete! Ya había sido cadete, a los 12; etapa superada. Le respondí, indignado: "De parte de nadie. Los dibujos son míos".
La cara de la coordinadora expresó entonces una ternura que persiste en mi memoria después de más de 40 años. Ternura y desconcierto.
-Esperame, ya vengo -pronunció, dubitativa, y cerró la puerta. A partir de ese momento tuve cerca de 45 segundos para ponderar mi situación. Lo más prudente era dar la vuelta e irse. Mis padres no solo no sabían nada de esta aventura, sino que era improbable que la avalaran. Pero ya conocía ese camino, el de pasarme horas pensando cómo vivir de lo que me gustaba hacer. Ahora había osado tocar el timbre de la mismísima revista Humor. No estaba seguro de volver a reunir tanto coraje. Pero tenía que decidirme, ya mismo. Entonces la puerta se abrió de nuevo.
-Vení, pasá, voy a presentarte al director.
¿Andrés Cascioli? ¿El hombre que ilustraba las tapas, el fundador de la revista? Mi pulso estaba en cifras estratosféricas, y al cruzar el umbral tuve la completa certeza de que ya no había vuelta atrás.
La memoria es desleal. Creo que su estudio estaba al final de aquella casa convertida en redacción. Pero tal vez no era así. Lo que no olvidaré nunca es que Andrés me saludó cordialmente con aquella cuantiosa sonrisa que lo caracterizaba, y me pidió permiso para ver mis dibujos. Le entregué la carpeta, la apoyó sobre el mismo tablero alto donde pintaba sus legendarias caricaturas del poder, y se puso a mirar mis viñetas con seriedad. Le llevó un buen rato. Al final, emitió su veredicto.
-Están muy bien. Estos tres te los voy a publicar.
No podía ser cierto. Lo miré incrédulo. ¿Me estaba tomando el pelo? No. El gran humorista no estaba haciendo ninguna humorada. Apartó los tres dibujos, me devolvió la carpeta, y me fui al colegio en trance. Mi primera viñeta apareció poco después. Miré esa página durante días, en secreto. Luego siguieron más dibujos y notas de principiante.
Me crucé con Andrés por última vez en el edificio del diario en la calle Bouchard. Me pidió un artículo para un libro, pero las urgencias cotidianas me hicieron postergarlo. En 2009, hace hoy diez años y dos días, Andrés nos dejó. Me di cuenta entonces de que siempre tendría una doble deuda con él. Me abrió la puerta de este oficio que amo y me pidió un texto que nunca llegué a entregarle; vaya este entrañable recuerdo en su lugar. Y gracias por atenderme esa mañana, Tano. Ahí empezó todo.
Publicado en LA NACION el 26 de junio de 2019

ANDRES CASCIOLI en la mirada de CARLOS ULANOVSKY

En junio de 1978, cuando la dictadura exigió a los medios que el mundial de fútbol fuera considerado como una cuestión de Estado, apareció la revista Humor. En la tapa, la caricatura del director técnico del seleccionado nacional, César Luis Menotti, se veía como consumido(todavía más flaco de lo que era) y con unas orejonas que evocaban inequívocamente a las del entonces super ministro de Economía Martínez de Hoz. Al dibujo lo acompañaba una frase irónica pero surgida de la realidad: “El mundial se hace, cueste lo que cueste”. Había que animarse. Esa revista se atrevió a eso y mucho más.
Humor Registrado (tal era su marca comercial, aunque todos la llamaban La Humor) fue la creación de un dibujante, historietista, ilustrador, humorista y caricaturista notable, de nivel internacional :Andrés Cascioli. De él quiero hablar .
A partir de esa aparición, durante once años (cinco de ellos atravesados por la más cruenta dictadura de la historia argentina) y de 566 ediciones La Humor desafió a la censura, fue una alternativa alivianadora frente al pensamiento único ,  en un momento en que cualquier clase de contenido diferente era considerado, calificado y  perseguido como subversivo.
 Prohibida en el país la actividad política Humor fue un medio desafiante, que empezó- solo acompañado por Dante Panzeri que lo hacía, pero en serio,  desde el diario La Prensa – señalando algo muy transgresor de ese momento como era la inutilidad del mundial. Y no solo eso: en un momento, en que todos los canales estaban en manos del estado  criticaba a la programación televisiva y, todavía más: se permitía chanzas sobre la intelectualidad de los militares en el poder o sobre el rumbo de la política económica, esa que dejó culo para arriba a más de medio país. 
La revista tuvo varias etapas de desarrollo, pero seguramente la más dura de sobrellevar fue la de la dictadura, con el mundial, la guerra de Malvinas, el conflicto con Chile, la censura y la cuestión de los asesinados, desaparecidos y apropiados. Pero aún en esas circunstancias de riesgo Humor lo hizo. Por ejemplo publicó la tira Leopoldo el grande, inspirada en Galtieri y se burló de varios militares en un número que fue censurado por haber sugerido con un dibujo fantástico que las limitaciones de los militares eran tantas que ni siquiera podían sostenerse arriba de una patineta.
En 1972, Cascioli, apodado el tano, había sido, junto a sus amigos y socios en una agencia de publicidad, Oskar Blotta, Pedro Ferranteli y Carlos Blotta el gestor de otra revista de humor llamada Satiricón , finalmente clausurada por inmoral en 1974 por el gobierno de Isabel Martínez, después de dos años, 24 ediciones y una venta pico ,en el momento de su cierre, de 250 mil ejemplares mensuales. 
Su inmediato intento, Chaupinela, también de humor político y de costumbres, fue nuevamente prohibida por Isabel, López Rega y sus secuaces. Luego de esas dos hecatombes, que costaron sangre, sudor, plata y exilios, Cascioli participó por corto tiempo en El Ratón de Occidente, en el mensuario Perdón, en Mad, franquicia de una celebrada publicación norteamericana, también mandada a cuarteles de invierno por los milicos.
Comparto esta mesa con históricos de Humor. Mona Moncalvillo que era la autora de entrevistas memorables, que, sin temores, preguntaba y publicaba lo más de lo menos permitido, otorgándole visibilidad a grandes personajes que o estaban prohibidos o en las tinieblas .Y Miguel Rep que, con apenas 16 años, se integró al notable seleccionado de ilustradores, historietistas y humoristas de la revista que encabezaba Cascioli. También me gustaría mencionar a otros pioneros. Tomás Sanz, Aquiles Fabregat , Enrique Vázquez, Hugo Paredero, Alejandro Dolina, Gloria Guerrero
Para los tiempos que siguieron podría mencionar a cien grandes firmas que hicieron de Humor una usina de inteligencia y una publicación cultural e independiente de características únicas. Al lado de ellos yo soy una especie de advenedizo porque pasé afuera del país los años de la dictadura y comencé a escribir columnas en La Humor a partir de 1986, hasta el final. También está en la mesa Julia Pomiés, que de revistas independientes y autogestivas sabe todo y ahora conduce ARECIA.
En la década del 80 y parte de la del 90 la editorial de Cascioli creció y publicó revistas de excelente nivel que hoy podrían calificarse como de nicho aunque con pretensiones de masividad: El Péndulo, Superhumor, SexHumor, Mutantia, Humi, Fierro, El Cazador, El Periodista. Todas ellas vivieron momentos de transición entre la dictadura y la recuperación de la democracia. Humor celebró el retorno a la vida institucional, apoyó al gobierno del doctor Alfonsín, aunque muchos funcionarios del partido radical temblaban frente a algunas sátiras, alegando que la democracia era muy joven y había que cuidarla. 
Peor todavía le fue con el siguiente gobierno. Menem y muchos de su entorno respondieron a chistes u observaciones críticas con tormenta de juicios y amenazas. Más tapas adversas publicaba, más incombustibles se volvían personajes como Menem o Cavallo y menos vendía la publicación. Se puede afirmar que allí se inicia una especie de declinación de la revista. A la intolerancia al humor de los funcionarios de la década del 90, debe sumarse que hubo cambios en los medios y Humor ya no estaba sola en la sanadora tarea de reírse de la realidad. 
Posteriormente, a la persecución política y judicial se sumó la tributaria, al punto que la entonces Dirección General Impositiva le solicitó la quiebra por una deuda. El último número de Humor apareció el 18 de octubre de 1999.Revisar hoy la colección de LA HUMOR confirma no solo que fue una publicación memorable sino que pudo transformar en risa tolerable tantos momentos intolerables que nos tocaron vivir.
Diez años después de ese cierre, en el 2009 murió Cascioli, demasiado joven, con mucho todavía para ofrecer. Lo que se registró en algunos medios acerca de su partida -no todos, por suerte – fue simbólico del lamentable estado del periodismo argentino, al que Humor definió a la perfección desde su slogan: la revista que supera apenas la mediocridad general. Resulta que al pobre tano le tocó dar las hurras el mismo día en que se fueron para el otro mundo Michael Jackson y la actriz Farrah Fawcett y muchos, de la mano de aquél nefasto concepto de que  todo aquello que no está en la televisión no existe, se perdieron la oportunidad de reivindicarlo como merecía. 
Por eso está muy bien este acto en donde desde las publicaciones que, a mi entender, más pertinentemente están defendiendo los trapos del mejor periodismo se vuelve posible poner de manifiesto la estatura cultural, artística, estética, ética e incluso política de la obra de Andrés.
Hace un par de años la Asociación de revistas culturales e independientes (nucleadas en la sigla ARECIA) presentó un proyecto de ley de fomento a la producción gráfica autogestionada. A ese proyecto, y a modo de homenaje, sus impulsores lo denominaron la Ley Cascioli, seguramente porque entendieron que ese apellido era símbolo de independencia periodística tanto como sujeto de enormes y arbitrarios ataques. Recuerdo que esa presentación ocurrida en el 2016 fue callejera, durante un sábado de mucho calor, al lado de lo que había sido Ediciones de la Urraca, la editorial de Cascioli, en Venezuela al 800, un edificio que Andrés perdió y en donde en ese momento funcionaba la Defensoría del Pueblo…¿Y qué creen todos ustedes?¿Que imaginás,Tano Cascioli, allí donde te encuentres? Me cuenta Lucas Pedulla (periodista joven, organizador de este acto) que desde el 2016, ya en dos ocasiones distintas, el proyecto perdió estado parlamentario, por lo que fue necesario volver a presentarlo por tercera vez. Me agrega Lucas: “Durante 2017, cada martes, nos apersonamos a la Comisión de Cultura de la Legislatura para pedirles que la volvieran a tratar pero no tuvimos la respuesta que necesitábamos. Vale decir que el proyecto nunca se promulgó.”.
Está muy bien que recordemos a Cascioli y en especial que este acto sea iniciativa de periodistas jóvenes y vocacionales, como los que integran La MU. Todos tenemos mucho que reconocerle a Cascioli y aprender de su tarea .Andrés fue un comunicador brillante; fue un tipo valiente, que siempre quería más, que una y cien veces corrió los límites desafiando a los poderes y que con su ingenio y talento nos hizo pensar y nos hizo reír.
Me pregunto qué sería de su vida hoy, y no me resulta difícil responderme. Me lo imagino actualizado e inquieto, dibujando y creando, probablemente investigando las redes, y,seguro, al lado de las reivindicaciones de las mujeres, inventando recursos para soportar con alguna gracia los tarifazos o recreando de diversas maneras el hit del verano.